BOMBILLAS CON PATAS
Todas las personas somos bombillas. Porque transmitimos. Sensaciones, emociones, sentimientos, transmitimos. Hay quien lo llama feeling,
o química, pero lo cierto es que todos lo hemos experimentado. Hay
veces que conocemos a una persona y al cabo de tres segundos pensamos:
«¡Uau!, ¡ole, ole y ole!». En otras ocasiones, conocemos a personas que
también en tres segundos pensamos: «Ufff». No sabemos por qué, pero en
tres segundos hemos tenido una sensación. Un feeling. Lo notamos.
No es racional, no es por la ropa, ni por la cara, ni por el tono. Es
simplemente lo que transmite esa persona. A veces nos equivocamos y pasa
el tiempo y cambiamos de opinión, pero tenemos esa sensación a los tres
segundos, la tenemos cuando nos miramos a los ojos.
Todos
transmitimos. En ese sentido, todos somos bombillas, bombillas con
patas, porque nos vamos moviendo por la vida. Pero no todos transmitimos
lo mismo, en la vida hay personas que van a 30.000 vatios y personas
que van fundidas. Entre 0 y 30.000 estamos todos :–). Pero nos gustan
las personas que van a 30.000, las que transmiten alegría, entusiasmo,
optimismo, honestidad, serenidad, transparencia, confianza, esas
personas brutales que de vez en cuando
tenemos la suerte de conocer.
Recuerdo
un día que iba a dar clase a la facultad. Era temprano, debían ser las
7.15 de la mañana. Como hacía habitualmente, antes de ir a clase pasaba
por la máquina de café, echaba la monedita, cogía el café y caminaba
hacia el aula. Ese día me encontré a dos alumnos sentados en un banco.
«Buenos días –les dije–, ¿qué hacéis aquí a estas horas, sentados en un
banco?» «Aquí estamos, profe –me dijeron–, puntuando.» «¿Y qué
puntuáis?», les contesté. «Pues nada, las “churris” que van pasando.»
«Vaya –les contesté entre risas–, voy con tiempo, ¿me puedo sentar un
ratillo?» «Sí, sí, profe –me contestaron–, siéntese, que cogerá usted
criterio.» Al cabo de un momento, uno de los dos alumnos dice: «Un
siete a la izquierda», y los tres giramos la cabeza hacia ese lado. De
repente, el otro alumno nos dice: «Qué queréis que os diga, a mí no me
parece para tanto, yo le pondría un seis». Yo recuerdo que me salió del
alma: «¡Pero qué exigentes!, ¡para mí es un nueve!». Los dos giraron la
cabeza, me miraron fijamente y me dijeron: «Claro, profe, usted ya está
en los cuarenta y entendemos que todo lo que se mueve con patas es un
nueve para usted».
Igual
que jugamos a puntuar, a todas las edades, si ahora cualquiera de
nosotros se asomara por una ventana y viera personas caminando por la
calle, ¿podríamos jugar a puntuar los vatios que transmite cada una de
ellas?, ¿podríamos adivinar las sensaciones que transmiten? Seguramente
con alguna podríamos confundirnos o tener dudas, pero no tendríamos
problemas con la mayoría. Sólo viéndolas caminar podríamos pensar:
«Vaya, esa persona se le ve que va alegre», o «mira aquélla, parece
triste, va un poco fundida». En la vida, todos transmitimos esas
energías, positivas o negativas, y los demás las captamos. Hay personas
que transmiten sin ni siquiera verlas, transmiten por teléfono, o por
mail. En nuestras relaciones con los demás, esa energía que desprendemos
es fundamental para determinar la calidad de las mismas. Porque en la
vida nos va según lo que transmitimos.
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